Apreciados hermanos, en esta oportunidad tenemos el honor de presentarles alguna fotografías del estudio de la escuela sabática del primer trimestre 2017.
Predicador:
Min. Raúl Garcias Ordóñez | Presidente Directiva de Distrito #1
Lección 9
Una Iglesia dispuesta al sufrimiento.
Texto base:
Texto clave a memorizar: “Entonces Pablo respondió: ¿Qué hacéis llorando y afligiéndome el corazón? Porque yo no sólo estoy presto a ser atado, más aún a morir en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús” Hechos 21:13.
Objeto de la lección:
Exhortar a la iglesia a perseverar en su fidelidad y a mostrar su disposición al sufrimiento por el nombre de Cristo.
Comentario:
La tarea de la iglesia se da en una realidad afectada por el sufrimiento. Hay altos niveles de pobreza, de enfermedad, de malnutrición, y de desempleo. Este sufrimiento tiene niveles, individuales, estructurales y aún cósmicos (Romanos 8:22-23). Ante este ambiente generalizado de sufrimiento y dolor, hay dos distorsiones latentes. Por un lado, la religión popular que ha orientado nuestra cultura por varios siglos, y de la que muchos llegamos a participar, ha fomentado el “dolorisimo” que es la glorificación del sufrimiento por el sufrimiento mismo, a partir del ejemplo de un Cristo sufriente, representado a menudo como víctima pasiva y ensangrentada en las pinturas y esculturas. Cuando la gente adora estas imágenes refleja en ellas su propio destino y lo adora o acepta con identificación masoquista.
Otra distorsión que existe en nuestro contexto, sobre todo en los actuales movimientos carismáticos, los que parecen expresar el deseo de evadirse por completo del sufrimiento o cuando menos dan la impresión de una fe analgésica ante el dolor individual, estructural y cósmico; no lo niegan, pero facilitan que la gente siga adelante sin tenerlo muy en cuenta. El Cristo que debemos buscar es aquel que desea hacer frente al sufrimiento, es el que asume su propio sufrimiento y alivia el ajeno, el que no permite que sus seguidores se conformen con una realidad mala sino que los impulsa a transformarla por la fuerza del Espíritu. La compasión de Jesús significa precisamente sufrir con y por los demás. La fe en Jesucristo es, por ende, fe en un Mesías sufriente. La fe en Cristo y su consiguiente seguimiento implican la disponibilidad del creyente a compartir la cruz y el sufrimiento de su Señor. No hay gloria sin cruz. Los escritos del Nuevo testamento presuponen que habrá sufrimiento y buscan integrarlo en la vida cristiana y superarlo positivamente (Juan 16:33). El sufrimiento no necesariamente lleva a la ruptura de la relación con Dios, sino que inclusive puede enriquecerla. Esto no significa que el sufrimiento en sí mismo sea deseable o agradable, pero sí que Dios puede transformar aún la adversidad en motivo de crecimiento (Romanos 8:28). Lo que Dios espera del cristiano ante el sufrimiento es la paciencia, persistencia o perseverancia. La palabra griega para testigo es “martus” de donde se deriva también mártir. Los cristianos son llamados a ser testigos del Señor (Hechos 1:8). Este testimonio es potenciado al ser llenos del Espíritu (4:31-33). Pablo entendió este llamado como la motivación de toda su vida (Hechos 23:11). Observe la disposición de Pablo (Hechos 21:13). Todos los cristianos son llamados a ser testigos algunos a través de su muerte.
Preguntas de estudio:
1-¿Qué efectos produce el sufrimiento en la vida del creyente? Romanos 5:3-5; 1° Pedro 1:6-7.
2- Cristo padeció en todo. Hebreos 2:18; 4:15. ¿Cómo salió de las pruebas? ¿Qué resultado tuvo para nosotros?
3- ¿A qué se debe el gozo de los que sufren la tribulación? Hechos 5:41; Colosenses 1:24; Hebreos 10:34.
Conclusión:
La iglesia participa en los sufrimientos de su Señor. Pablo no transfiere el alivio al futuro, sino que en el sufrimiento se experimenta el consuelo (2 Corintios 1), la esperanza (Romanos 5), la alegría de compartir con otros (Filipenses 1), el saber que Dios nos ama (Romanos 5:8), y el gozo (1° Tesalonicenses 1). Todo en el ámbito de la comunidad de fe.
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